23 dic 2011

Yo, la niña y el aparato con videos Nazis

Entré al gran edifico sabiendo lo que pasaba. Comencé a tocar todos los timbres de la barra del restaurante para alertar a la gente. Le dije al bartender que presionara el botón para llamar a las bomberos, el verde con letras de igual verde al fondo de la pared. Lo hizo. El sonido se escuchó por todo el edificio y se dispusieron a salir. El área del restaurante estaba rodeada de paneles de cristal. Había 3 puertas, dos chicas y una doble. Retiré mesas y sillas que bloqueaban las salidas. La gente seguía corriendo hacia el exterior. En ese momento fue cuando se hizo ver el verdadero problema: medio cuerpo de dinosaurio destruyendo la ciudad. Podía hablar, aún no se cómo. Caminaba paralelo a la entrada del restaurante. Era amarillento con escamas verdes hasta donde le llegaba la espalda cortada. Una explosión acrecentó el pánico. Yo estaba justo enfrente y pude ver la llamarada que subía hacia el cielo. En ese momento el medio dinosaurio dio un cambio brusco de dirección y se dirigió hacia el hotel, destruyendo el lobby y parte del restaurant. Todos los restantes nos precipitamos a las salidas. No destruyó el edificio, perdió el interés y se fue. Aproveché para volver por mis cosas. Alguien me dio una antigua cámara de video, aún no sé por qué, pero yo la tomé. Entré a mi habitación, que era la del fondo. Éstas estabas situadas de 3 en 3, en pasillos paralelos. Cuartos encontrados unos con otros. Tomé unas cosas y salí a la calle. Todo estaba calmado ahora, no sé por qué. La gente caminaba normal por las calles. Fue ahí que me encontré a la niña, me caía bien lo sé y quise grabarla. Saqué mi videocámara antigua. Tenía una lente como el de las cámaras fotográficas, pero con dos pequeños botoncillos al lado. Uno rojo que servía para grabar, y otro blanco con rojo para reproducir lo grabado. Tenía una manija a la izquierda que giraba y le daba energía al dispositivo. La comencé a girar y apunté hacia un hombre para grabarlo. Duré un buen rato dando vueltas a la manija y enfocándolo, descubriendo cómo funcionaba el aparato, después lo gire para grabar a la niña. Parecía gustarle que la grabaran. Un rato después de girar la manija el aparato hizo un sonido. Ahí me detuve.

-¿Quieres ver lo que grabe?- Le dije a la niña, que era rubia.

- Sí, sí quiero – Dijo contenta. El hombre me apunto una pared blanca con persianas a la izquierda para que ahí proyectara el video. Observé los dos botones, pero ninguno estaba presionado. “Mierda, no grabé nada”, pero igual presioné el de proyectar. La imagen que surgió ante nosotros no fue la de hace un instante grabada, sino la de niños Alemanes, aviones de combate, explosiones, y guerra. Eran los videos perdidos de la segunda guerra mundial. Yo me quedé frente a la pared sentado, con las piernas extendidas y sorprendido. No lo podía creer. Otro hombre que pasaba por ahí se sentó frente a mí para poder ver el video también.

- Se puede hacer un poco para acá, es que si cualquier brazo o cosa se posa aquí el video no se va a ver- le dije al extraño, para que no bloqueara el lente.

- Ah, sí, por que bloquea el aire y eso, ¿no? –Y se movió hacia la izquierda. Muchas personas más empezaron a sentarse frente a mí para ver los videos. Ahora éramos unos 30. Justo del lado derecho de dónde estábamos había un cine abierto. La película había casi terminado. Apagué la cámara, me levanté y proyecté en la pared del cine, junto a la imagen de la película que se proyectaba. Ahora eran más las personas que la veían. Movía la imagen a la pared de la izquierda, luego derecha o al centro, para ver donde se apreciaba mejor. Tenía unos subtítulos en inglés que yo sí entendía. Algunas ocasiones los videos se solapaban y parecían una sola película, era grandioso. Cielo con aviones de guerra, con cielo de la otra película. Fue entonces que una voz resonó por toda la sala y la calle.

- El que esté proyectando eso, que se presente con nosotros, que traiga un papel con la clave “cuerno de unicornio” por qué nos interesa su imagen fotográfica en la película- Todos se asustaron, yo me levanté, aunque me costó trabajo. Me apoyé de una mujer sentada frete a mí, presioné el botón para detener la proyección, el compartimiento que se desplegaba debajo de él cada que estaba proyectando algo se contrajo y el aparato volvió a ser un rectángulo compacto. Me lo metí debajo de la camisa y comencé a correr de vuelta al hotel. Llegue. Era un desastre. El piso cubierto de lodo, todos los empleados limpiando.

-Vamos a tener que cerrar, ¡no puede ser!, una vez que salgan las serpientes y las ratas ensangrentadas… – Decía el gerente mientras trapeaba el lobby. Yo subí las escaleras corriendo, que estaban recubiertas de tela como de trapeador, llegue a mi habitación, pero antes de entrar, abrí la puerta de otra, para ver si había algo o alguien, pero no. Saque todo de ahí y salí a la calle de nuevo. Me subí a un autobús, con la niña. Se había hecho daño en el brazo derecho, apenas una raspadita, pero se quejaba.

-¿Quieres que te ponga un curita? – Le dije. Ella iba sentada atrás de mí.

-Sí, pónmelo. – Le quite la cubierta protectora y se lo puse, pero en la lengua, ella no se quejó y seguimos con el viaje. Por la ventana podía ver un gran lago, con estatuas de ranas con cosas redondas en la boca y otras creaturas acuáticas. Dimos vuelta al derecha, justo donde se terminaba el lago y no supe a dónde me llevó ese autobús, a mí, a la niña y al aparato con videos nazis.

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