6 ene 2009

Tiempo congelado

-¡35 grados bajo cero!- le gritaba al otro hombre pero no podía oirlo.

-¡¿Como?!- gritó a su vez el segundo, tratando de hacerse escuchar por encima de aquella tormenta de nieve que los azotaba. Parecian dos enormes peluches rellenos balanceandose por aquella blancura infinita.

-¡Que el termómetro marca 35 grados bajo cero!, ¡Debemos buscar refugio!- seguía gritando el primer hombre, pero los copos de nieve atrapaban las palaras como moscas, llevándoselas a varios metros de distancia.

-¡Allá esta, la veo¡-gritó entonces el segundo hombre. El otro volvió la cabeza hacia donde el dedo de su compañero señalaba. También podia verla: una inmensa estructura blanca se alzaba insólitamente en aquel lugar desolado, algo parecido a un iglú gigante. Los dos hombres continuaron caminando lentamente, arrastrando los pies por la nieve y cubriendose la cara con una mano, pero ahora en dirección a la estructura que acababan de descubrir. Tanto esfuerzo habia valido la pena "Si tan solo Karla pudiera ver esto" pensó uno, pero no podría, la habían dejado quilómetros atrás tendida en la nieve tan fría como ella. A pesar de que se veía bastante cerca no parecía que se fueran acercando, simplemente estaba ahí, estática, como una fotografía.

El hombre que la había descubierto se paró en seco, como si derrepente sus pies se hubieran pegado a la fría nieve. Se volvió hacia su compañero que aún luchaba por avanzar. Cuando estuvo a su altura el otro hombre también se detuvo.

-¡¿Que pasa?!- le gritó, intentando ver su cara por entre la nieve que caía.

-¡Necesito decirte algo importante!- le contestó, aun inmovil a pesar de la tormenta.

-¡¿Tiene que ser ahora?!-dijo, haciendo un ademán con la mano señalando el cielo.

-¡Si, no puede esperar, debí decirtelo antes, y me arrepiento de no haberlo hecho, lo que pasa es que...

Riiiing, riiiiiing. Riiiiiing, riiiiiing. Puso pausa a la película para atender el teléfono. Saltó del sofá y levantó el auricular.

-¿Haloo?- dijo la joven parada frente al teléfono que estaba en una mesita junto al la cocina.
-¡Hola amor, ¿Cómo estas?!....también, extrañandote- Hizo una pausa.
-¿De que?- ahora su voz sonaba preocupada.
-¿Por que?- Su frente poco a poco comenzó a llenarse da arrugas y sus ojos se empezarona a humedecer.
-¡Por que me haces esto!, ¡Yo te amo!- al terminar la frase había estallado en llanto, cayendo lentamente al piso, con el teléfono en la mano.

Ahora solo se escuchaba un incesante bib, bib del otro lado de la línea. La joven aún estaba en el piso, llorando desconsoladamente. Dejó caer su mano junto con el teléfono como si no tuviera más fuerzas para sostenerlo. Recogió las piernas y las abrazó, buscando consuelo en ellas colocando el rostro entre las rodillas, mientras que el llanto la obligaba a respirar irregular y descontroladamente. Levantó un poco la cara y miró el televisor a través de las lágrimas. Observó la imagen congelada de los hombres en la tormenta de nieve. "Frío", eso era lo que sentía en aquel momento. Era ella la que estaba ahora en la tormenta, sin nada que la protegiera.
Después de un rato dejó de llorar. Se la había ocurrido una idea y ahora solo sollozaba. Se levantó y fué hasta la cocina como zombie, abrió un cajón y tomó un cuchillo, el que su mamá usaba para cortar la carne. Se lo llevó hasta la sala y se sentó de nuevo en el sofá, frente al televisor con el cuchillo en la mano. Lentamente lo puso en la muñeca de su otra mano, tamblando ligeramente. Le dolería y lo sabía, pero ese otro dolor que ahora sentía era mucho más fuerte, éste tan solo dolería un momento y desaparecería.

-...no se suicidó, yo la maté!- Fué lo último que escuchó antes de quedar inconsiente.

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